EL JUEGO COMPARTIDO ENTRE PADRES E HIJOS

Jugar con los hijos es, además de un placer, una necesidad. Para los padres, porque el juego les permite conocer mejor a los niños, les ayuda a enseñarles valores y formas de actuación, refuerza su vínculo con ellos... Para los niños, porque a través de esta herramienta aprenden, se desarrollan mejor y, según los expertos, ganan en tolerancia, imaginación y felicidad. Y para toda la familia, porque un rato de diversión compartida es la mejor arma contra el estrés.
Bastan 10 o 15 minutos diarios de juego familiar para que los niños empiecen a conseguir todos sus beneficios. Pero, según un estudio, el 90% de los padres y el 81% de las madres españolas dedica poco tiempo a esta actividad. 


¡No es una pérdida de tiempo! Quizá pienses que los ratos de juego os quitan tiempo para cosas "más importantes" para el niño. Pero es justo al contrario: el juego familiar crea un escenario de comprensión y comunicación que potencia el aprendizaje espontáneo del niño.
Potencia la autoestima del niño y también las relaciones interfamiliares. Con el juego compartido padres e hijos interaccionan de un modo único, y el niño, al ver que sus padres le dedican tiempo y atención, gana en autoconfianza.
Favorece habilidades sociales y emocionales. La familia es el primer contexto en el que el niño desarrolla una imagen de sí mismo y del mundo que le envuelve. Y las interacciones que se dan en el juego familiar potencian las relaciones sociales y le ayudan a explorar, aprender y refinar las habilidades necesarias para ello.

Aumenta el control emocional. A través del juego el niño aprende a influir en los otros y también a regular y controlar sus emociones y a reconocer las señales afectivas y las emociones ajenas.
Fomenta la creatividad y el éxito escolar. El ambiente que se crea con el juego permiten al niño relacionarse de una forma creativa con el mundo, lo que fomenta su imaginación. Y se sabe que los niños imaginativos son menos agresivos y más tolerantes y tienen más éxito en las tareas escolares.
Promueve la competencia social. Los niños que muestran afectos positivos en las interacciones con sus padres son valorados como más populares frente a los que muestran emociones negativas.

Mejora la atención del niño. La interacción con sus progenitores en el juego aumenta la capacidad de concentración del pequeño.
Potencia la actividad infantil. Compartir tiempo de juego con los hijos convierte las experiencias pasivas en activas y placenteras y elimina los sentimientos negativos asociadas a las primeras.
Promueve la felicidad del niño. De hecho, está demostrado que los padres que se implican bastante en el juego de sus hijos tienen muchas más probabilidades de criar niños felices.


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